martes, diciembre 12, 2006

Estábamos al borde del abismo...


El Caterina, en Astronomia.com

Supongo que la crónica de la muerte de un dictador ha de hablar de todas las muertes menos de la del propio dictador. Desde luego, la crónica de la muerte de Pinochet habla de todo menos del propio Pinochet.

Un anciano enferma mientras yo subo colinas para bajar montañas y muere mientras veo una peli mala en la habitación de un buen hostal, a la espera de que la polola de mi compañera de piso venga a recogernos. De camino al aeropuerto, descubrimos que a ella, a la polola, no le gusta la política, pero que siente que haya muerto El Tata y que, si hubiera muerto fuera de Chile "por culpa de España", "yo misma iría a su embajada a tirarles piedras". Silencio.

Facturamos ante medio centenar de soldados, por cuya presencia estará vedado el alcohol en el avión. Vuelven a casa después de la mili y no parece que tengan mucho interés en el anciano que acaba de morir. Ni para bien, ni para mal. Cuando el piloto anuncia el aterrizaje, aplauden. Cuando advierte que fuera la temperatura es de unos 20 grados, silvan y gritan. Llevan meses guardando silencio en el fin del mundo.

El ambiente está bastante más cargado en Santiago que en Punta Arenas. Han cortado algunas calles y en la radio se habla de disturbios aderezados con coches quemados y disparos de bala. El taxista con el que habíamos quedado por teléfono no aparece, así que decidimos tomar un colectivo. Al conductor, en principio, no le hace ninguna gracia llevarnos al centro, pero al final accede. A él tampoco le interesa la política, ni ir a presentarle sus respetos al anciano, ni ir a celebrar su muerte con champán, sólo le interesa que nadie queme su coche. Toma una ruta alternativa que bordea la noticia y llegamos a nuestra calle. Delante de nuestro edificio, un adolescente riega los jardines con los auriculares puestos.

Cuando llegamos a casa es medianoche. R. y yo decidimos ir a echar un vistazo a Plaza Italia, ponemos la tele chilena a todo volumen y nos metemos en la ducha. Hace diez días que no nos duchamos en nuestras duchas, que no dormimos en nuestras camas, que no nos quitamos las botas de montaña, que no interneteamos... y en la tele no hay ni sombra de manifestaciones, sólo hay documentales de nevera, de esos que llevan años esperando ser exhibidos... Me sorprende ese desprecio por la actualidad, pero supongo que la Historia no se escribe en una noche, que debe llevar mucho tiempo planeada. Al final decidimos apagar la tele e irnos a la cama. Fuera, sirenas y helicópteros.

Antes de ir a trabajar, al día siguiente, llamo a mis padres. Hace mucho tiempo que no hablaba con ellos y están preocupados por las imágenes que emiten las teles españolas. "No espereis al último momento", me dice mi padre, "si veis que correis peligro, salid de ahí enseguida". ¿Peligro? Nos compramos los periódicos del día en el primer quiosco que encontramos, pensándonos afortunadas por haber llegado antes que el resto... De vuelta a casa, diez horas más tarde, observo sorprendida que aún quedan. Entre medias, en la oficina, hablamos unos minutos de "la noticia del día". Escuchamos la historia del chofer, carpintero antes del golpe, "fueron unos años duros... muy duros". Silencio. Leemos todos los periódicos que se habían acumulado en nuestra ausencia e intentamos mantenernos up to date en el tema estrella. Prensa, radios, teles, blogs. Chilenos, estadounidenses, españoles. Correos, messenger, teléfono. Más silencio.

R. va a Plaza Italia a media tarde y vuelve intrigada. Nada, alguna pintada nueva y poco más. Unos minutos más tarde, la tele emite terribles disturbios. En menos de una hora, se montó El Carnaval y R. se lo había perdido. Estaba tan desesperada por palpar la Historia, que incluso me planteó ir al Hospital Militar, al velatorio del anciano. Ni loca, dije yo, ni loca permito que me cuenten en esa cola... Ni loca. Pero en los medios no hay convocatorias de izquierda, sólo hay notas breves sobre guanacos frenando los disturbios posteriores y planos aéreos de la multitud que presenta tranquilamente sus respetos al anciano fallecido. Así que estoy aquí, en el centro del huracán, y no me entero de nada. Supongo que eso es precisamente lo que hay en el centro de un huracán, silencio.

3 Comments:

Blogger emereci said...

gracias! pásalo bien en casa y cuéntanoslo despues ;)
bicos.

12/21/2006 10:09 a. m.  
Blogger Capitán Cook(ing) said...

Hola guapa,

Me ha encantado la crónica, aunque no esperaba menos de tu verbo florido. Habrá segunda parte? Nunca fueron buenas, dicen, aunque espero que te sumes a Coppola para hacer añicos el dicho. Que lo pases genial en las fiestas playeras. Saludos a R., Feliz Navidad, Buon Natale.

12/21/2006 8:30 p. m.  
Blogger Roberto said...

Hola Sonia!

Me ha encantado tu redacción, tu forma de describir la situación.

Espero que estés bien. Feliz 2007!!

1/02/2007 2:54 p. m.  

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