Carreteras esteparias*
Soy una tía de pasiones (casi) excesivamente controladas que vive una vida cómoda, sencilla, que muchos querrían para si. Tengo un piso bonito, en un barrio tranquilo, y un trabajo cómodo que me proporciona dinero más que suficiente para vivir, para salir casi a diario, para cenar fuera de vez en cuando y hasta para viajar. Tengo tambien un círculo social amplio y activo, con el que podría manterme continuamente ocupada.
No tengo queja, vaya, ni derecho a quejarme.
Y, sin embargo, me quejo.
No en las rectas, claro, cuando un paisaje intenso y nuevo me inunda la mirada. Pero sí en los cambios de rasante, cuando el paisaje desaparece un segundo y deja un vacío enorme que se llena, inmediantamente, de nostalgias.
Y es entonces cuando echo de menos la comida, a la familia, a los amigos... Pero, claro, esas son nostalgias obvias. Cuando te vas de casa sabes que más tarde o más temprano llegarán y estás preparada para enfrentarlas. Lo que te sorprende, lo que te noquea, es sentir la falta de las pequeñas cosas, de los detalles ínfimos, superficiales, que aderezaron vidas pasadas.
Así, la semana pasada, en una curva del camino, sentí dolor en el brazo que me falta, en mi habitación, en la cama de la aldea, en el olor de la cocina de leña, en el libro que me espera en el sofá mientras mamá hace ruído por la casa, en las carreteras conocidas que conducí con música conocida de fondo, en la máquina del Trivial del Bartolo, en los tronquitos de cola que comí en la plaza mayor, en los cruasantitos de la calle de las dulcerías, en las reuniones de Amnistía, en el aula de teatro de la universidad, en el asiento de madera del Rúa, en las noches que me sorprenden en buena compañía y me obligan a cambiar los vinos por copas y los bares por pubs, en el minidisc que nos regala Y nos dieron las diez mientras bebemos un mojito y sorteamos una convención de profesores de instituto, en los babybel de La-Telepecha, en las pruebas de impresora del periódico, en la pasta con todo de las doctoras Fleishman, en las clases de inglés de Z., en mi móvil (que sigue muerto) y los mensajitos que tiene escondidos, en el césped del Templo de Debod, en el bar de la Pompeu Fabra, en las mesas de la cafetería de la facultad de Periodismo...
*También podrían ser australianas
5 Comments:
lo importante es que tengas algo que echar de menos y que hayas vivido tanto que no puedas dejar de hacerlo, por lo que hiciste y por lo que te queda por hacer. dentro de pocos meses echarás de menos...
siempre se echa de menos, es la forma que tienen de vivir el presente las cosas pasadas.
besinos
PD: te echo de menos
yo a ti tb, pero me da aún más pena creer que eso significa que pertenecemos a nuestros respectivos pasados.
no, para mi significa que somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos. me explico? mmm... probablemente no :). en fin, que no es para deprimirse. más deprimente sería no acordarse de nada (como el día después del gran pedo) ;). besinos
Creo que este post también me incluye, porque yo siento y pienso lo mismo. Muchas vidas diferentes dentro de la misma provoca muchas añoranzas del pasado dentro de un mismo presente. "que hayas vivido tanto que no puedas dejar de hacerlo" me encanta esa frase riquina. Un beso a las dos.
Yo también os echo de menos... a todos. Love you all.
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