martes, febrero 20, 2007

Un piano con dos copas de más,


y unas manos que lo sepan tocar

Las noches en el Santiago austral acaban siempre con una copa de más. Paella y sangría en un ático pijo o choripán y vino blanco en el patio de una casa jipi, da lo mismo, al final siempre acaban con un grupo más o menos heterogéneo de españoles buscando un antro en el que tomar la última a las tantas de la mañana.
A mi me encantan las noches locas, inesperadas, que comienzan con un ribeiro y una tapa de tortilla y desembocan, despues de la sesión de baile correspondiente, en una conversación surrealista con un canalla encantador.
Evidentemente, en el Santiago Austral no hay ribeiros ni tapas de tortilla y, hasta este fin de semana, tampoco parecía que hubiese canallas encantadores.
Hoy sé que hay, por lo menos, dos.
Y que uno de ellos soy yo.
Y que, para mi desgracia y desorientación, sigo sin ser mucho de líos de una noche.